Los
doce primeros compañeros de San Francisco Primeramente se ha de considerar que
el glorioso messer San Francisco, en todos los hechos de su vida, fue conforme
a Cristo bendito; porque lo mismo que Cristo en el comienzo de su predicación
escogió doce apóstoles, llamándolos a despreciar todo lo que es del mundo y a
seguirle en la pobreza y en las demás virtudes, así San Francisco, en el
comienzo de la fundación de su Orden, escogió doce compañeros que abrazaron la
altísima pobreza. Y lo mismo que uno de los doce apóstoles de Cristo, reprobado
por Dios acabó por ahorcarse, así uno de los doce compañeros de San Francisco,
llamado hermano Juan de Cappella, apostató y, por fin, se ahorcó. Lo cual sirve
de grande ejemplo y es motivo de humildad y de temor para los elegidos, ya que
pone de manifiesto que nadie puede estar seguro de perseverar hasta el fin en
la gracia de Dios. Y de la misma manera que aquellos santos apóstoles admiraron
al mundo por su santidad y estuvieron llenos del Espíritu Santo, así también
los santísimos compañeros de San Francisco fueron hombres de tan gran santidad,
que desde el tiempo de los apóstoles no ha conocido el mundo otros tan
admirables y tan santos. En efecto, alguno de ellos fue arrebatado hasta el
tercer cielo, como San Pablo, y éste fue el hermano Gil; a otro, el hermano
Felipe Longo, le fueron tocados los labios con una brasa, como al profeta
Isaías; otro, el hermano Silvestre, hablaba con Dios como lo hace un amigo con
su amigo, como lo hacía Moisés; otro volaba con la sutileza de su entendimiento
hasta la luz de la sabiduría divina como el águila, o sea, Juan Evangelista, y
éste fue el humildísimo hermano Bernardo, que explicaba con gran profundidad la
Sagrada Escritura; otro fue santificado por Dios y canonizado en el cielo
cuando aún vivía en la tierra, y éste fue el caballero de Asís hermano Rufino.
Y así, todos se distinguieron por singulares señales de santidad, como se irá
viendo seguidamente.
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